martes, 21 de febrero de 2012

15 años de viaje por el otro mundo (2000-2001)

El primer viaje a Cuba me dejó con tremendas ganas de volver y realizar algo más profundo, así que en Febrero de 2000 emprendí un nuevo viaje a la Isla, esta vez pensaba adentrarme por los barrios de La Habana, pero alojándome en casas particulares un sistema de alojamiento que funciona en Cuba como en otros países de América Latina, aunque controlado por el Estado que te ofrece la posibilidad de una estancia a precios módicos, pero sobre todo te proporciona el contacto directo con la gente, lo más importante para mi trabajo fotográfico, no quería fotografiar como un turista, sino desde dentro y eso suele ser bastante difícil.

Enamorados en el Malecón de La Habana



Recorrí los barrios de El Cerro, Jesús María, Los Sitios, El barrio Chino, Luyano, Cuatro Caminos, La Habana Vieja y Centro Habana. Cada tarde un paseo por el Malecón, que a la caída del sol se va poblando de todos los que huyen del tremendo calor de la noche habanera, familias y enamorados se dan cita frente al mar que miran con una enorme dosis de esperanza y resignación. 

Sentía ganas de visitar de nuevo Pinar del Río y Viñales y comer una langostica en el paladar de Nora y Luis, “la mejor langosta que te puedes comer en Cuba”, así que llamé a mi amigo Abilio y fuimos en su viejo Chrevrolet  de antes de la Revolución (los cubanos le llaman almendrón) y fue para mi uno de los mejores días de este viaje. Abilio es un gran conversador y conocedor de toda la historia cubana, su cultura y sus peculiaridades  son dignas de elogio y sabe como nadie amenizar un viaje. Después de muchos años viajando por distintos lugares del  mundo he de reconocer que la figura de un buen guía es primordial para el trabajo de un  fotógrafo, Abilio se colocó a la cabeza de éstos en este momento.
Santiago de Cuba

Este viaje me hizo sentir cosas distintas y analizar la realidad cubana desde otro prisma, no voy a entrar en connotaciones políticas,  prefiero que saquen ustedes conclusiones a través de mis imágenes, que en absoluto están manipuladas en sentido alguno, mi estilo de reportaje es documentalista y me interesa que la gente conozca la realidad que se vive en otra parte del Planeta. Estamos asistiendo al cambio de Milenio y al ver estas imágenes uno se pregunta si el tiempo transcurre en todos sitios por igual.

Con las imágenes de este viaje y las del anterior realicé mi primera exposición de fotografías sobre Cuba, que fue recorriendo las salas de exposiciones del país, pero sentía la necesidad de continuar, aunque esta vez quería salir de La Habana, recorrer la Isla de Cuba.

El tercer viaje fue fundamental en el trabajo, esta vez después de superar el jet-lag del primer día, volé desde La Habana a Santiago de Cuba en un viejo avión soviético de la compañía Cubana, pero había que ahorrar tiempo ya que la distancia es casi de 900 kilómetros y más de un día de viaje. 
Campo Rico, cerca de Santiago.

Santiago me fascinó, largas calles con tremendas pendientes, más calor que en La Habana y un ambiente como más caribeño. Me alojé en casa de Humberto y su familia que me acogieron como a uno más y desde allí recorrí sus alrededores: El Caney, El Aceite, El Cobre, La Maya, El Ramón, Campo Rico, donde me llevó mi amigo José Carlos en una auténtica aventura cubana, después de atravesar lomas a  pié y tomar varias guaguas por insólitos caminos, donde sólo camiones soviéticos eran capaces de transitar.  Aquello era la Cuba Guajira que yo quería fotografiar y empezaba a encontrarme en situaciones como las que había visto en películas cubanas como Guantanamera, pero aquello era real, a veces me pellizcaba para comprobar que no lo estaba soñando.

Partí después para Trinidad en el carro de  Raúl, el yerno de Humberto,  donde de rebote me alojé en casa de Mandy y Marilyn, ya que iba para casa de su tío, pero la tenía ocupada y como es habitual en Cuba, todo se resuelve y te buscan otro alojamiento.  Trinidad me cautivó, es la ciudad más colonial de la Isla y la mejor conservada, sus calles empedradas, enormes casas con  interiores que son auténticos palacios, con muebles y adornos impresionantes.  No hay que olvidar que en la época colonial rivalizaba en belleza y lujo con La Habana. 

Con esta foto conseguí el Premio Caja España, que me ayudó a subvencionar estos dos viajes.

Visité el Valle de Los Ingenios, donde un tren de madera del siglo XIX te lleva, si funciona (en los tres viajes que estuve en Trinidad, sólo pude viajar este día), hasta la Torre de Manaca, desde donde vigilaban a los esclavos negros que cortaban la de caña de azúcar en las plantaciones y que todavía hoy trabajan algunos cubanos para elaborar entre otras cosas el exquisito ron o para hacer un delicioso guarapo (bebida refrescante que se extrae del jugo de la caña) y que puedes degustar en la misma torre.
A la caída de la tarde solía caminar en dirección al barrio de la Popa, donde hay unas ruinas de una antigua Iglesia española y desde donde  se divisa una gran vista de Trinidad al ponerse el sol.


Una de las fotos que más he vendido de todo el trabajo
De vuelta a La Habana visité a mi amigo el fotógrafo Alberto Díaz Korda, autor de la famosa foto del Che Guevara, quizás la más reproducida en toda la historia de la fotografía, la cual me dedicó en el salón de su casa de Miramar y luego nos hicimos juntos una foto en su estudio con la imagen del Che detrás y sin saberlo me despedí de él para siempre, pues días después falleció en París cuando inauguraba una exposición víctima de un infarto. Probablemente me convertí en el último fotógrafo que lo retrató, mientras me firmaba la foto, me dijo su amigo y compañero Liborio Noval al año siguiente cuando coincidimos en Barcelona en la inauguración de mi exposición sobre Cuba.

Regresé a España pensando en dar por finiquitado el trabajo, pero enseguida me di cuenta que faltaba mucho todavía, había temas que no había tocado y me faltaban imágenes que diesen una visión más amplia de todo lo que allí sucede, aunque de momento quise tomarme un respiro y fotografiar otros países, otras culturas, para desconectar un poco, a veces es necesario.

En estos viajes volvi a llevarme las dos panorámicas y la Hassel de formato medio, que en 2001 cambié por una Contax G-2 con un 28 mm, un verdadero descubrimiento para la fotografía de reportaje, que hoy echo bastante de menos en el formato digital, una cámara pequeña, silenciosa, sin levantamiento de espejo y de una calidad tremenda, óptica Carls Zeiss, ha sido mi gran herramienta de trabajo hasta que empecé en el formato digital. Al día de hoy espero con impaciencia una cámara digital que permita realizar el mismo trabajo, parece que por fin la empresa Fuji ha pensado en fotógrafos como yo, veremos el resultado de su Fuji X-Pro 1 con su objetivo de 18mm., que se covierte en un 27mm., real.

Todas las fotos que aparecen en este trabajo están a la venta en cualquier tamaño, consultar mi web en este enlace: http://www.juanmiguelalba.es/portfolios.htm y también en una carpeta que contiene tres fotografías a elegir en tamaño 20x30 cms., impresas en papel de fibra con tintas pigmentadas a un precio especial de 60 euros)
El Malecón de La Habana


martes, 7 de febrero de 2012

15 años de viaje por el otro mundo (1999)


Después de un año en blanco en la fotografía de reportaje, tuve que pasar por el quirófano para operarme de una hernia, quizás producto de cargar con tantas cámaras y equipo, al año siguiente decidí por fin ir a Cuba.

Se cumplían 40 años del triunfo de la Revolución, era un viaje soñado que durante años llevaba aplazando quizás por la cantidad de fotógrafos que ya habían dado su versión de la Isla, pero había llegado el momento y  como fotógrafo tenía que ofrecer mi punto de vista a través de mis sensaciones personales, era algo que tenía en mi interior tal vez por las historias que recordaba vagamente desde mi niñez contadas por mi abuela Antonia que durante años, antes de la revolución cubana, había vivido en La Habana.
En el traslado del Aeropuerto José Martí hacia el hotel Nacional, donde me alojé en este primer viaje, ya sentía en mi interior esa sensación que nos dice a los fotógrafos que hay algo especial para que nuestro objetivo cierre su diafragma y el obturador capture para siempre una imagen que puede ser eterna.
Así  recorrimos La Habana guiados en un carro (coche americano de los años cincuenta) de alquiler por el gran cicerone Abilio que en un par de días nos enseñó gran parte de una ciudad que habría  sido la más bella de esta parte de América Latina. A pesar de todos los inconvenientes, sus casas, calles, parques y su gente tienen ese algo especial que brilla desde sus ojos y que te hace imposible no accionar el disparador de la cámara a cada momento.
Otro día nos llevó al Valle de Viñales, donde conocimos la Cuba Guajira. Plantaciones de tabaco y café predominan en esa región cubana donde podía contemplarse a menudo grandes carretas tiradas por bueyes que transportaban durante todo el día una pesada carga.
Conocí a Raúl Cañibano, fotógrafo cubano que nos enseñó a caminar por La Habana, la calle Monte y sus soportales, Centro Habana, La Habana Vieja... Fue un viaje que nos fascinó a todos, también a mis acompañantes, mi esposa Mati y mis amigos Juan Antonio y Teresa.  La última tarde me escapé solo y recorrí el barrio de Centro Habana, la Habana más auténtica, puedes ver a la gente viviendo en sus calles, jugándose al dominó un trago de ron, los niños practicando béisbol o baloncesto con una pelota de trapo que se deshace al golpear, los jóvenes se contonean al son de una salsa y los viejos sentados en sus escalones delante de esos portones que dejan ver los resquicios de una época colonial que los españoles no supimos resolver y ahora comprendo ese dicho que desde mi infancia escuché “...más se perdió en Cuba”.
Al regreso a España sentí que Cuba me había calado hondo y a pesar de estar satisfecho del trabajo realizado, deseaba volver de nuevo y hacer más fotos.
Me llevé mis dos panorámicas de entonces (Horizon para los infrarrojos y Noblex de objetivos fijos de barrido y ángulo ancho como dicen los cubanos) más la pesada Hasselblad y un montón de películas de esas que tienen haluros de plata. Todavía no había calado en mi la fotografía digital y hoy día no me arrepiento de ello, pues pude disfrutar más tiempo de un formato que al día de hoy utilizo bien poco, es el precio del progreso… Algún día pienso que lo retomaré de nuevo con más intensidad.
El resultado pareció gustar bastante al público en general, fue mi primera exposición en el Centro Andaluz de la Fotografía, que su director entonces, Manuel Falcés (q.e.p.d..) adquirió para los fondos de dicho centro.