Había llegado la hora, después de cuatro viajes a la Isla del "paraíso perdido", pensé en publicar mi primer libro de fotografías y dedicarlo a Cuba. este viaje era para complementar algunas fotos que faltaban y que para mi eran imprescindibles en la publicación. Esta vez me acompañó sólo mi esposa Mati y juntos fuimos a La Habana, Trinidad, la ciudad más colonial y Viñales, el valle donde habitan la mayoría de guajiros, la gente del campo y donde podíamos conseguir algunas fotos de peleas de gallos en Palmarito algún domingo. Corría el mes de Marzo y era Semana Santa.
Todo en blanco y negro, denominador común del trabajo y en formato argéntico, esta vez utilizando la Contax G2 con un angular de 21 mm y un tele de 105, la panorámica XPan II con un 30 y 50 mm y la Noblex 135 U con el objetivo fijo de 28 mm. Más de 80 rollos de película, lo que hacían casi 2000 tomas.
En La Habana recorrimos las calles de Centro Habana, para mi el auténtico barrio habanero que está frente al Malecón, que también visitamos cada tarde, muy cerca de nuestro alojamiento, esta vez un gran descubrimiento en el Paseo del Prado en casa de la doctora Kenia, en pleno centro de mis actividades fotográficas, para moverte caminando.
Como siempre nos trasladamos en la guagua de Vía Azul a Viñales a casa de Maura, donde el trato es exquisito y la comida excelente y muy abundante. Allí conseguimos por fin ir a las peleas de gallo en Palmarito, algo "prohibido", pero permisible, las cosas de este país...
Después fuimos con nuestro chofer Joel a Puerto Esperanza, Santa Lucía, donde hice fotos en un gimnasio de levantamiento de pesas, con las que llegué a conseguir la medalla de oro internacional en la Bienal de Fotografía de Deportes en Reus.
Fuimos a la Hacienda de Robaina, pero ese día no pudimos entrar al estar reunido con Raúl Castro celebrando su cumpleaños junto a otras grandes personalidades del gobierno cubano.
Partimos hacia Trinidad a casa de nuestro amigo Mandy que nos esperaba ansiosamente para darnos la noticia que al día siguiente celebraban de nuevo la procesión del Santo Entierro, que Fidel autorizaba de nuevo, después de tantísimos años, tras la visita del Papa a la Isla. Era curioso ver como la gente participaba en la procesión, a la vez que tras las puertas abiertas de sus casas podíamos ver los altares de los santos que veneraban de la religión afro-cubana.
Fuimos al valle de los Ingenios, donde todavía quedan algunas centrales azucareras para poder sacar fotografías de la gente cortando caña, contactamos con un capataz que nos prometió llevarnos al día siguiente a cambio de una botella de ron Habana de tres años. Era una de las fotos que me faltaban de esas imprescindibles para el libro, aunque ya era difícil encontrar a gente en esa actividad que como tantas otras cosas en Cuba había dejado de hacerse, pasando de ser grandes exportadores de caña de azúcar a tener que importarla.
Regresamos de nuevo a La Habana, para ya partir hacia España y nos faltaba una foto, la de un coche blanco pasando por el malecón en un día de oleaje, nunca conseguí esa escena.
La última noche cenamos en casa de mi amigo Raúl Cañibano junto a otros fotógrafos habaneros y al regreso vimos como el mar estaba algo revuelto, al levantarnos el último día nos acercamos al Malecón y era el día soñado, estuvimos casi toda la mañana haciendo fotos, al final después de casi nueve rollos conseguí la foto que cierra este capítulo y está en la contra portada del libro que edité en Diciembre de 2005, "Cuba, el paraíso perdido" del que aún me quedan algunos ejemplares para la venta y podéis conseguirlos desde mi web al precio de 25 euros. Contiene más de 150 imágenes en cuatricromía en formato 21x30 cms., de los viajes realizados en 1999, 2000, 2001, 2004 y este último de 2005. En este enlace tenéis más información:
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